Qué daño hicieron los 90, ¿no crees?
Si eres de mi quinta seguro que sabes muy bien a lo que me refiero.
Fue la década en la que las top models empezaban a ser, no solo las reinas de la pasarela sino de las portadas de las revistas, de videoclips y la cara bonita de todo tipo de productos, convirtiéndose en referentes a los que había que idolatrar e imitar sí o sí.
Quien más o quien menos hizo sus pinitos en alguna de las agencias de modelos que por aquel entonces empezaban a proliferar por doquier y no eras nadie si no te paseabas con tu book debajo del brazo.
Por una parte, tuve la suerte de darme cuenta a tiempo del sinsentido aquel de querer ser lo que no era. En las salas de espera de los castings se respiraba siempre un peculiar olor a falsedad. Había una voz, una intuición que me decía claramente: “Por aquí, no”.
Aunque no me dejé atrapar por las garras del “deja de ser quien eres para intentar ser quien no vas a ser nunca”, de forma subconsciente el daño ya estaba hecho. Por todos lados la consigna era la misma: 90/60/90. Fuera de ahí, el vacío, la nada, el no pertenecer, el no ser.
Se creó un ideal imposible de alcanzar y empezó la lucha con las tallas. De la 38 para arriba, el horror.
Le siguió la lucha con la comida, la paranoia de lo “light”, el “0 grasas”, la moda de los nuevos productos industriales que se iban creando para satisfacer el logro de ese ideal imposible.
Los efectos devastadores del sinsentido tardaron poco en dejar huella en las chicas de mi generación: anorexia, bulimia, autoestima por los suelos y, en algunos casos, hasta suicidio.
Sin llegar a esos extremos y según mi experiencia, fue a partir de esa década fatídica cuando la gente, en especial las mujeres, empezamos a hacer una dieta tras otra con el afán de conseguir un ideal imposible. Bien poco importaba si era a costa de nuestra salud, tanto física como emocional. Solo había una meta: 90/60/90, talla 38, y si es menos, mejor que mejor.
Mientras los inventores de dietas y productos light se llenaban los bolsillos, los problemas psicológicos entre la población femenina iban incrementando.
Cuando antes se comía sin hacerse más preguntas, ahora la discusión infinita sobre lo que era sano y no sano, lo que engordaba y lo que no, estaba servida.
Esta fue una de las razones que me llevó a estudiar nutrición. Quería saber, quería entender.
Pero, además, durante muchos años sufrí de dolores de tripa frecuentes. Por ello, tenía la necesidad de comprender.
Estudié diversos tipos de nutrición experimentando conmigo misma: vegetariana, rica en proteínas, crudivegana, ayunos, disociada, paleolítica, evolutiva… y cada una con su lado bueno y su lado malo, con sus estudios científicos, sus detractores y su bastión de talibanes detrás.
Al mismo tiempo que estudiaba y experimentaba, me iba quedando cada vez más claro que la clave estaba, no tanto en el plato, que también, sino, sobre todo, en la mente.
Y aquí es cuando todas las piezas empezaron a encajar y las aguas volvieron a su cauce.
Belleza: un concepto equivocado
Nos han metido en la cabeza un ideal de belleza completamente idealista y con falso etiquetaje.
La belleza no es única y no es así o asá porque unos pocos lo deciden.
La belleza es siempre subjetiva, por lo tanto, diversa, y proviene de la mirada con la que algo se mira.
En un campo de flores, no solo son bellas las amapolas, así como tampoco todas las flores deben ser amapolas porque a uno se le meta en la cabeza. Cada flor es bella con todas las particularidades que la hacen única. La diversidad de flores es la que hace del campo un lugar hermoso y armónico.
La forma más grande de belleza es el Amor. Por eso debemos dejar de mirar nuestros cuerpos como algo miserable que hay que arreglar con cremas, dietas y cirugías.
Hemos de cambiar la mirada sobre él y verlo con amor y agradecimiento.
Estudiando anatomía fui todavía más consciente del trabajo titánico que nuestro organismo lleva a cabo cada día sin que nosotros nos enteremos.
La publicidad y los anuncios nos hacen vivir rodeados de mujeres y hombres “photoshopados” y supuestamente perfectos que nos hacen sentir fuera de lugar y nos engañan hasta el punto de llegar a detestar el templo del alma que es el cuerpo.
Me encantó este video de Dulcinea Estudios para Antena 3 donde te puedes hacer una clara idea de lo que quiero decir:
Otro de los efectos de este sinsentido, además de la frustración ya comentada, es el consumismo enloquecido en que vivimos: potingues, ropa, operaciones, productos dietéticos y todo ello con el fin de pretender convertirnos en quien no somos.
Mi consejo: mira tu cuerpo con amor y agradecimiento y rompe de una vez por todas con la imagen idealista que se nos quiere imponer.
Acéptate y ámate tal como eres.
Nadie te va a aceptar ni a amar si tú no lo haces primero. Si piensas que te querrás más cuando peses 50 kg estás equivocado porque estás buscando fuera un amor que SOLO se encuentra dentro.
Eres mucho más que un cuerpo. Lo que de verdad eres está en tu corazón.
Cuando tu autoestima se arrastra por los suelos
Cuántas locuras llegan a hacerse en la vida para que nos acepten y sentirnos merecedores de amor, ¿verdad?
Creemos que la sociedad no nos aceptará y, por ende, no se nos querrá si no somos como los demás esperan de nosotros. Nos pasamos la vida prostituyéndonos para ser aceptados.
Pero, en realidad, no son los demás los que nos aceptan o dejan de hacerlo sino nosotros mismos.
Somos nuestro juez más implacable.
No nos valoramos.
Si ni tú mismo te valoras, ¿cómo pretendes que te valoren los demás?
Cuando te crees valioso te proteges para que los factores externos no tengan el poder de influir sobre tu valía.
De lo contrario tolerarás situaciones injustas y hasta de abuso.
Trabajar la autoestima es imprescindible para liberarte del yugo de un canon de belleza inalcanzable.
El camino para lograr una autoestima sana es muy largo para muchos, pero te doy tres trucos para que puedas empezar hoy mismo:
1. Deja de compararte. Eres un ser único e irrepetible, ni mejor ni peor que otros. Descubre quién eres y cuáles son tus dones. Después, agradécelos y ponlos al servicio de los demás.
2. Mucho cuidadito con lo que te dices. No te hables de mala manera. ¿Te suena este diálogo interno?
- qué tont@/burr@/idiota/bob@/torpe soy
- qué gord@/fe@ estoy
- soy un desastre
- todo lo hago mal
- nunca lo voy a conseguir
- no me soporto
- estoy horrible con esto o con lo otro
- etc.
¡BASTA!
Desde ahora mismo, pon fin a ese diálogo interno que te destruye por dentro y crea tu realidad fuera. Recuerda: ¡las palabras son conjuros!
Si ni tú mismo te respetas ni te quieres no esperes que los demás lo hagan, da lo mismo que peses 40 que 80.
3. Cuida de ti primero. Mi lema por excelencia. Haz tiempo para ti CADA DÍA, para cuidarte, para hacer lo que te gusta y te da energía. Es un espacio imprescindible para tu desarrollo como persona. No lo sacrifiques por nada ni por nadie. Solo si tú estás bien podrás ayudar a otros a estarlo.
Aceptación
¿Conoces el maravilloso libro de Katie Byron Amar lo que es?
Para mí, un libro de cabecera donde los haya.
Trata sobre amar la realidad porque la realidad es lo que es y querer que sea de otro modo solo trae dolor y frustración.
Entonces tú me dirás:
“Sí, claro, pero mi realidad es bien jodida”.
¿Y si resultara que la realidad siempre es perfecta?
¿Y si resultara que lo que vivimos es lo que necesitamos para evolucionar en la vida, como sociedad y como individuos?
¿Por qué te sigues desesperando porque cambie lo de fuera cuando lo que debe cambiar es lo de dentro?
Lo que ves fuera es siempre un reflejo de lo que hay dentro.
Las modas seguirán, y la publicidad engañosa, y la comida basura, y las dietas milagro. Pero eres tú quien decide qué hacer con ello.
La realidad es la que es, pero la libertad radica en la actitud que tomamos ante lo que pasa.
Y me podrás decir:
“Sí claro, que fácil es hablar, pero cuando pesas 80 kg es todo mucho más complicado”.
Nadie dice que sea fácil, pero esa es la realidad. La verdadera cuestión es, ¿qué actitud tomas ante ella?
- te desprecias
- te culpas
- culpas a tu pareja, a tu familia o a tus amigos
- te deprimes
- adoptas el papel de víctima.
Aceptar no es resignarse, es comprender.
¿Por qué y para qué he llegado a esta situación?
¿Cuál es mi parte de responsabilidad en ella?
¿Qué puedo hacer para cambiarla?
¿Estoy verdaderamente dispuesto a hacer algo?
Y aquí enlazamos con otro concepto fundamental: responsabilidad.
Puedes elegir el papel de víctima o tomar las riendas, hacer lo que esté en tu mano y dejar de entregar tu poder a cualquiera que se interponga en tu camino.
Piénsalo. Reflexiona.
Las soluciones solo y siempre están dentro. Mientras las busques fuera solo hallarás dolor.
Y en la práctica, ¿tú qué comes?
Hasta ahora te he hablado de mentalidad y actitud, ambas imprescindibles.
A nivel nutricional, después de muchos ires y venires por el escabroso mundo de la alimentación, del cansancio y el aburrimiento infinito que me producen los estudios científicos y menos científicos, lo que más me resuena en estos momentos es lo siguiente:
- si durante millones de años hemos sido salvajes, o sea: cazadores-recolectores, nómadas y libres,
- si ese estilo de vida nos ha permitido perpetuar la especie hasta hace 10.000 años con casi ausencia de enfermedades y malformaciones (ninguna de las enfermedades que hoy asolan occidente existieron entonces) sin necesidad de debates y estudios contradictorios de toda índole,
- si la genética cambia muy lentamente y nuestros genes son prácticamente los mismos que los del Homo sapiens, cazador-recolector
¿Por qué no recuperar esa sabiduría ancestral y ponerla de nuevo en práctica?
¿Por qué no reintroducir lo que funcionó entonces en lugar de seguir inventando productos y tecnología para lo que ha dejado de funcionar ahora?
La mayoría de nosotros no podemos volver a ser cazadores-recolectores ni nómadas. Ni tenemos el conocimiento ancestral necesario, ni estamos en forma, ni una naturaleza completamente fragmentada lo permitiría.
Pero sí podemos hacer mejores elecciones dentro de las posibilidades de cada uno.
A mí me parece una bonita manera de simplificarnos la vida y es lo que propone la filosofía del rewilding.
En esa línea, lo que estamos poniendo en práctica desde hace unos años es comer lo siguiente:
- plantas (raíces, tubérculos, hojas, flores, semillas y frutos): cuando sea posible silvestres, si no ecológicas, y si no lavadas con arcilla, crudas o poco cocinadas (vapor, plancha, a veces al horno)
- animales: no en grandes cantidades, pero ecológicos siempre que sea posible y con un mínimo de procesamiento y cocinado.
- agua de manantial: una vez al mes vamos a un manantial cercano a por agua
- de vez en cuando miel y/o sirope de arce
- de vez en cuando pan de alta calidad, de granos menos manipulados que el trigo (espelta, sarraceno…)
- mantequilla de leche cruda
- aceite de oliva
- de vez en cuando quesos de leche cruda (parmesano, comté, feta…)
- de vez en cuando leche fresca de vaca, leche de avena, de almendra, de avellana y de coco.
- y muy de vez en cuando, lo que sea, aunque sea una porquería o un producto industrial, sin sentimiento de culpa ni obsesión. Lo que en realidad cuenta es la intención con la que te comes algo. Y, créeme, el día que me da por zamparme una palmera de chocolate gigante lo hago y saboreo hasta la última miga.
En cuanto al plan de comidas, por logística familiar los horarios suelen variar bastante.
En mi caso, no suelo desayunar, me tomo un té, a veces un café, a veces una fruta aunque hay muchas opciones saludables como cuento en este artículo.
Como cuando siento hambre, por lo general, dos veces al día.
De martes a viernes realizo un ayuno intermitente 16/8 (no como entre las 20h y las 12h pero sí bebo bastantes infusiones) y hago dos comidas en las 8 horas restantes.
Esto es lo que a mí me va bien y no tiene por qué ser tu caso. Cada uno debe buscar su propio camino.
Además, es importante aprender a dejar que la intuición nos guíe y a escuchar con atención los mensajes de nuestro cuerpo.
¿Que cómo me entreno?
No tengo una rutina preestablecida, hago un poco de todo dependiendo de muchos factores pero, en líneas generales, monto en bici casi a diario, paseo por el bosque combinándolo con movimiento natural, muchos findes pateamos por el monte, me gustan mucho los ejercicios de HIIT y correr por intervalos cuando tengo poco tiempo, el yoga, bailar.
Lo importante es aprovechar cada ocasión que se presente para moverse y que lo que hagas te guste y te haga sentir bien.
Bert, por su parte prefiere estas modalidades.
Midiendo resultados
Mi mayor logro es que conseguí deshacerme de las dietas para siempre.
Ni estoy gorda ni estoy flaca, me trae al fresco lo que marque la báscula (de hecho, ya no tengo una) y lo único que me importa es conocerme, sentirme a gusto conmigo misma y quererme mucho tal y como soy, con mis luces y mis sombras.
Y la clave para llegar ahí la he mencionado un par de veces: hay que olvidarse de dejar de ser quien eres para intentar ser quien no vas a ser nunca.
Pero para ser quien eres debes averiguar quién eres realmente. Y, solo desde ahí, podrás empezar a aceptarte y a amarte.
Es tu turno
Hoy he querido contarte mi historia personal con la intención de ayudarte si tú también te has enfrentado a situaciones similares.
Anímate a compartir la tuya. Es importante que aprendamos unos de otros y nos apoyemos mutuamente.
¿Te obsesiona tu peso?
¿Eres esclavo de las dietas?
¿Qué te impide aceptarte tal y como eres?
Cuéntamelo en comentarios y hablemos.
Un abrazo muy grande,
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Maravilloso artículo como siempre Kiki!
Comprendo bien lo que dices…Era una niña, ya con 12 años, obsesionada con los productos light y las galletas bajas en calorías.
Siempre he hecho mucho ejercicio porque ha sido mi pasión y mi forma de ganarme la vida, pero hubo una temporada que se convirtió en algo enfermizo y me metí en el pozo de la bulimia sin darme a penas cuenta.
Cuando empecé a tomar verdadera conciencia de lo que pasaba fue cuando mis pantalones se empezaron a caer de mi cintura y yo me seguía viendo gorda en el espejo.
Me ha costado muchos años salir de la esclavitud de la imagen y las dietas sin sentido. Mi proceso de desarrollo personal empezó casi al mismo tiempo que las dietas. Alternaba una profunda necesidad de crecer interiormente con la necesidad de ser por fuera algo en lo que ni siquiera creía.
Y se acabó cuando aprendí a amarme y a tomar conciencia de lo que es verdaderamente importante.
En mi casa no hay báscula desde hace mucho y todavía cuando alguien me pregunta lo que peso y no sé contestar se asombran. «¿No te pesas nunca?, me dicen. ¡Pues no! ¿Para qué?
Es cierto que son lacras muy difíciles de superar, es más, creo que los trastornos alimenticios se cronifican y te acompañan siempre. Pero cuando entiendes a qué han venido y los aceptas sin darles la importancia que ellos quieren tener, se convierten en aliados. Porque ahora cuando paso desnuda delante de un espejo y evito mirarme, pieno: «¡Qué narices! ¡Si tienes un cuerpo precioso!», y aunque siempre hay cosas que nos gustaría cambiar, ya no es como antes. Ya no hay obsesión, hay aceptación. Ya no hay castigo y culpa, hay amor.
La filosofía que proponéis me parece tan interesante como necesaria. Es cierto que a cada persona nos sientan bien unas cosas, no todo el mundo podrá tener la alimentación que tú tienes, pero para eso precisamente tenemos que volver a reconectar con la naturaleza y con nuestro propio cuerpo. Es la única manera de saber qué es lo que nos sienta mejor y vivir de acuerdo con ello para estar más sanos y, por lo tanto, más felices.
Gracias compañera!
Un abrazo
Hola Tania!
muchas gracias por tu valioso comentario y por compartir con nosotros tu experiencia.
No me daba para más pero en el artículo me hubiera gustado hablar también del papel imprescindible de los padres y familiares a la hora de crear confianza y autoestima en los niños porque cada vez son más los que con menor edad se sienten ya acomplejados y luchando con su cuerpo, igual que comentas con tus 12 años. Si ya en su propia casa tienen que escuchar lindezas del tipo: «no comas así o asá que te vas a poner como un tonel» o que flaca o que gorda estás la semilla queda ya sembrada. Conozco cientos de casos de este tipo.
A esas edades tempranas es dificil la aceptación si no hay respaldo familiar y aún así.
Y ese otro punto que comentas es esencial: aprender a reconectar con la sabidurao de la naturaleza y la de nuestro cuerpo que sabe perfectamente lo que necesita si estamos dispuestos a escucharle.
Gracias a ti por aportar tu granito de arena!
Un abrazo fuerte,
Kiki
Gracias Kiki, tu artículo es inspirador. En el camino de amarnos hay muchas distracciones, gracias por ofrecer valiosas pistas para no perdernos
Hola Cristina,
es cierto que en el camino hay muchas distracciones pero a veces nos perdemos en ellas porque no tenemos muy claro a donde queremos ir o no estamos del todo dispuestos a lograr un determinado objetivo, nos conformamos con migajas.
Pero como digo siempre, no pasa nada, cada día que te levantas por la mañana se abre ante ti un nuevo horizonte lleno de posibilidades para mejorar lo que no salió bien ayer.
Muchas gracias por haberte pasado a comentar!
Un fuerta abrazo!
Kiki
Mejor explicado, imposible. Me encantan vuestros post, pero este ha roto moldes. Muy acertado y actual. ¡Muchas gracias por iluminarnos y compartir con nosotros vuestras experiencias!
Hola Candela,
gracias a ti por dejarnos tu comentario.
Me alegra mucho que te haya gustado.
Te mando un abrazo enorme!
Kiki
Bueno Kiki, tengo que decirte que con este post ya me habéis enamorado del todo. Lo que empezó a ocurrir en los años 90, como cuentas es algo que se ha quedado, ¡y que difícil es deshacerse de ello! Por desgracia he vivido algunos casos de desajustes alimenticios provocado por estos cánones que se nos marcan…
La verdad es que el camino de amarse a uno mismo es largo, pero por supuesto totalmente alcanzable.
Gracias por compartir tu experiencia!
Hola Paloma,
me alegra mucho que te guste el post y qué verdad es lo que dices de que esta lacra vino para quedarse. La única forma de salir de ello es ir tomando conciencia. Es verdad que la presión mediática y del entorno es muy fuerte pero no por ello es inalcanzable como comentas.
Gracias por tu comentario, me ha alegrado mucho verte por aquí.
Un abrazote,
Kiki
Hola Kiki!! Pues yo estoy gordita pero nunca he tenido complejo alguno. Lo único que intento alimentarme de una manera saludable. Y cuando me paso un día intento los siguientes días comer limpio.
Por que en el ayuno que haces no comes de 20.00-12.00? No desayunas??
Por otro lado, me ha enamorado leer esta frase: la forma más grande de belleza es el amor.
Un abrazo enorme!!!
Hola Oihana,
qué alegría verte por aquí! Muchas gracias por dejarnos tu comentario.
En cuanto al tema del ayuno, no desayuno por la sencilla razón de que no tengo hambre por la mañana. Como prefiero escuchar mi cuerpo que las recomendaciones oficiales («el desayuno es a comida más importante del día»), no como hasta que no tengo realmente hambre que suele ser sobre esa hora, en invierno un poco antes.
Hubo un tiempo en que me dejer llevar por lo que decían «por ahí» del desayuno y a mi me sentaba tirando a mal, me quitaba mucha energía. Solo la fruta o un batido me va bien. Pero si tu eres de las que tiene hambre por la mañana, ningún problema. De nuevo, aprender a escucharse es la consigna.
No suelo comer más tarde de las 20 porque duermo mucho mejor con la digestión hecha que con la panza llena (soy de las que se acuesta tempranito pero a las seis ya estoy en dnaza :-).
Un abrazo muy fuerte y gracias por estar ahí!
Kiki
Todo muy cierto, y algo muy acertado, la prostitución mental para encajar, sacrificando la belleza de la comodidad.
El diario disfraz de los estereotipos sociales.
No suelo encajar en ello, y constantemente voy en dirección contraria, gusto de pensar y actuar siempre de forma natural.
Hola Armando,
alguien dijo por ahí que solo los peces muertos viajan con la corriente, es hora de abrir lo ojos, de no dejarnos tomar más el pelo y de vivir.
Pero nadie puede hacerlo por nosotros.
Gracias por pasarte a comentar y un abrazo!
Kiki