Por Cindy Kleh, Guest Blogger
Es esa época del año en que la que nos prometemos llevar un estilo de vida más saludable. Dado que gran parte de nuestra salud está determinada por la calidad y la cantidad de alimentos que ingerimos, un buen propósito de Año Nuevo podría ser prestar más atención a cómo, cuándo, y dónde tendemos a comer en exceso o a comer cuando no estamos realmente hambrientos.
En mi vida he intentado ayunar. Hasta que, finalmente, a los 56 años, tuve que someterme a una intervención quirúrgica que requería ayuno durante casi dos días. Lo que descubrí fue revelador: lo que hasta entonces había considerado como hambre, no se acercaba, ni por asomo, al verdadero apetito. El hambre real era como un roer profundo, que iba y venía, y que ni siquiera mejoraba cuando mi estómago se acostumbró a no recibir alimento. Me robaba la concentración y me mantenía despierta por la noche. Así empecé a entender por qué algunos de mis estudiantes de las escuelas más pobres tenían problemas de rendimiento escolar. ¿A quién le importan las matemáticas y la lectura cuando tienes hambre?
Es una cuestión muy difícil de analizar cuando rara vez has sentido hambre en toda regla. La mayoría de las veces comemos por aburrimiento o por estrés. Otras veces lo hacemos porque es una determinada hora del día en la que, supuestamente, hay que comer. En algunas ocasiones no se puede evitar pero, por lo general, se puede. Es una cuestión de conciencia y de tomar decisiones inteligentes, en cada momento, todos los días.
Abre los ojos y “enciende” el paladar
Sé plenamente consciente cuando comas. Apaga la tele, deja el periódico y el móvil bien lejos, y concéntrate en cada bocado y en la compañía de familiares o amigos alrededor de la mesa. No combines comer con ninguna otra tarea… ¡Ya es suficientemente hermoso y entretenido de por sí!
Sé consciente de cómo te sientes cuando tengas hambre: ¿es sólo una punzada que desaparece si te levantas y te estiras o sales a dar un paseo, o es un hambre sordo y profundo? Cuando te vuelves más consciente de los momentos en los que comes “estúpidamente” (es decir, poner en tu boca lo primero que se te pone por delante, sin estar realmente hambriento), puedes, entonces, hacerte realmente cargo de mantener un peso saludable y correcto.
En lugar de escuchar las últimas tendencias dietéticas del mercado, ¡escucha a tu estómago! Es tan simple… y a diferencia de todas esas dietas especiales y milagrosas, el libre albedrío es gratis. La pérdida de peso se producirá de forma natural sin todo el esfuerzo que requiere ponerse a dieta y sin el odio hacia uno mismo cuando la dieta fracasa. Alcanzar tu peso ideal mejorará tu salud en general y ese debe ser tu objetivo: tu propio bien, no el intentar parecerte a aquel o aquella modelo, ni complacer a tu madre o a tu pareja.
Ayunar con conciencia
Necesitamos ingerir comida con regularidad para mantenernos fuertes y con energía, pero ayunar de forma ocasional, durante uno o dos días, permite al organismo gastar su energía en la eliminación de toxinas en lugar de en la digestión continua de alimentos. Las toxinas se almacenan en la grasa, y cuando el cuerpo se queda sin glucosa en el hígado, se empieza a derretir la grasa (cetosis). El ayuno no es el mejor plan para bajar de peso, ya que la mayoría come en exceso después para compensar. Así que, decide el día antes por qué y para qué quieres ayunar. Si no tienes convicciones fuertes, es probable que no aguantes ni unas cuantas horas. Elige un día poco agitado para hacer el ayuno. Es preferible no tener tareas importantes ya que el rendimiento se ve afectado por la falta de capacidad cerebral. Puedes estar activo pero no en exceso. No ayunes si estás enfermo o te notas débil y consulta a tu médico primero si padeces de diabetes o ante cualquier otro problema de salud.
Ayuna con actitud positiva
Si lo experimentas como una situación de carencia, fracasarás. Si por el contrario, lo haces con sentido de la curiosidad, podrás aprender de la experiencia. ¿Cómo te hace sentir el hambre real? ¿Es realmente tan horrible? ¿Cómo hacen las personas que sufren el dolor del hambre a diario alrededor del mundo?
El agua nunca debe ser racionada
Bebe tanto como quieras. Yo personalmente prefiero beber agua, té u otros líquidos pero evitando las bebidas azucaradas porque el azúcar “enciende” el hambre (y sí, los zumos, incluso los naturales, ¡son bebidas azucaradas!). Consumir espirulina o clorela durante el ayuno puede ayudar en el proceso de depuración mediante la eliminación de metales pesados y radiación del organismo. Estas algas verdiazules también ayudan a calmar el hambre por su alto contenido en proteínas y omega 3.
También es importante la forma de romper el ayuno. ¡Te sorprendería saber lo que una pequeña cantidad de alimento puede hacer con tu estómago! No necesitarás nada para sentirte lleno después de un ayuno, pero la comida te sabe tan increíblemente bien que tendrás tendencia a comer en exceso. Aférrate a la conciencia de que tú ganas. A largo plazo, las dietas bajas en calorías pueden prolongar la vida, luchar contra el cáncer, el colesterol elevado, la diabetes y el envejecimiento del cerebro (echa un vistazo a este artículo)
Detente y piensa…
Tus ancestros nunca tuvieron copos de maíz, ni pan con mantequilla, ni leche esperando en la nevera para cuando se levantaran por la mañana. Tenían que salir a cazar, pescar o recolectar su alimento primero y esto suponía salir a trabajar con el estómago vacio. Así que cuando te encamines a la nevera o estés a punto de abrir una bolsa de patatas fritas, detente y piensa:
- ¿Estoy realmente hambriento o estoy comiendo por hábito o aburrimiento?
- Si me bebo un vaso de agua o salgo a dar un paseo a paso ligero, ¿puedo posponer el bocata y llegar a la próxima comida?
- Si tengo que elegir entre un aperitivo O la tele, ¿qué eligiría?
- ¿Qué puedo hacer para poner foco en otras cosas? ¿Conducir? ¿Trabajar? ¿Leer?
Estas preguntas no tienen respuestas rápidas ni únicas porque cada uno de nosotros es diferente. Cada uno ve la comida de manera diferente, tiene otros gustos, y nuestra composición genética, además del entorno cultural en que nos movemos, afecta irremediablemente a la forma en que comemos. La clave es ser consciente pero sin machacarnos. Si un día te da por zamparte una caja de trufas de chocolate belga, disfrútalas, perdónate y comienza de nuevo. Una alimentación saludable no es algo que te obligas a hacer cada mes de enero. Es una búsqueda de por vida.
Empieza tu viaje ahora.
¿Has ayunado alguna vez?
¿Qué situaciones o pensamientos desencadenan en ti el “comer estúpidamente”?
Háblanos de tu experiencia con el hambre.
Sobre la autora
Cindy Kleh es escritora y fotógrafa. Vive en las montañas rocosas de Colorado. (A pesar de que Colorado es el estado con menos población, la tasa de obesidad es del 21%!). Además es maestra y profesora de snowboard y fue campeona nacional de snowboard durante varios años consecutivos.
Crédito de imágenes
Fotos 1 y 2: por Cindy Kleh
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