Este es un artículo de invitado escrito por Nuria Gallego Carbonell, creadora de Soy Cuerpo y de la Terapia Corporal Emocional.
Y sí, también nuestras emociones ¡han sido domesticadas!
En la sociedad hipermental en la que vivimos apenas queda espacio para dar salida a nuestras emociones que suelen quedar reprimidas. Nuestro cuerpo es el almacén, no vayas a creer que ignorarlas hace que desaparezcan, ni mucho menos..
Y de nuevo ¡sí! La naturaleza puede ayudarnos a sanar las heridas emocionales que todos tenemos en mayor o menor medida.
Pero mejor que te lo explique Nuria que tiene una larga experiencia en este área y nos trae un contenido de mucho valor y sobre todo práctico, a través de este post.
¡Que lo disfrutes!
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Cuando era pequeña, viví en una masía, una casa de campo típica de Cataluña, así que crecí rodeada de naturaleza mediterránea.
Siempre he pensado que fue una suerte salir “a la calle” y pasear con una pequeña multitud de perros, perderme por los bosques y prados, e inventar juegos donde los árboles eran cómplices silenciosos.
Ahora bien, no imagines que mi infancia fue un idilio. También me sentí muy triste y asustada.
La tristeza vino porque mi padre biológico murió cuando yo tenía un año. Y no es fácil ser una niña con un padre ausente.
Por ejemplo, recuerdo un día del padre en el que teníamos que hacer un pisapapeles de barro en el que me sentí muy triste porque yo no tenía nadie a quien regalarle mi pisapapeles.
Unos años más tarde, mi madre se emparejó con un campesino y eso nos llevó a mudarnos de la ciudad al campo.
Yo tenía tantas ganas de tener una figura paterna que, aunque solo tenía 5 años, le dije a mi madre: “el que está en el cielo es papá y él será papi”.
Pero papi no fue un padre amoroso. Me gritaba, me humillaba e, incluso, llegó a pegarme una vez.
Por todo esto, aprendí a vivir en alerta constante, algo que es una consecuencia directa de haber vivido una herida emocional, tal como te contaré más adelante.
Ahora, hagamos un salto en el tiempo. Situémonos en el 2010, un año en el que conviví con la ansiedad. Para mí, la ansiedad fue una oportunidad para ver qué es lo que no funcionaba en mi vida.
Fue en ese período, en el que me di cuenta de que había vivido un trauma en la infancia.
Y en este punto de mi historia es donde entra la naturaleza como parte de mi proceso de sanación emocional.
Pero, antes de seguir con mi historia, quiero contarte algunos conceptos importantes para que sepas por qué el contacto con la naturaleza es tan necesario cuando has vivido una herida emocional.
Cómo saber si has vivido un trauma
Un trauma es lo mismo que una herida emocional.
Ambos son una situación difícil que no has sabido cómo gestionar, porque eras una criatura o porque no tenías las herramientas necesarias.
Cuando no sabes qué hacer en una situación de alta intensidad emocional, te cierras al dolor.
Pero ese dolor emocional no desaparece, sino que queda reprimido. Y, con el paso del tiempo, este malestar cada vez duele más.
A mí me gusta explicar esto con la metáfora de la herida. Imagina que te haces un corte en un dedo. Nada demasiado grave. Si la limpias y la tapas, lo más probable es que se cure en unos días.
Sin embargo, si no lo haces y sigues con tu vida como si nada, ese corte en el dedo se va a infectar y, al cabo de unos días, el dolor va a ser mucho más intenso y persistente.
Esto es lo que pasa con un trauma.
Ahora bien, soy consciente de que la palabra “trauma” asusta bastante y parece que solo lo has vivido si has sufrido un abuso sexual, si te han maltratado o si has tenido un accidente grave.
Esta creencia popular no es cierta.
Puedes vivir un trauma por situaciones menores. Tus padres o cuidadores, aunque lo hicieron lo mejor que pudieron, cometieron errores con probabilidad. Aquí tienes algunos ejemplos:
- Si te decían que no lloraras o no gritaras, te estaban invalidando emocionalmente.
- Si te dejaron en soledad durante mucho tiempo, interiorizarse que no podías contar con nadie.
- Si te sobreprotegieron, aprendiste que el mundo no es un lugar seguro.
- Si fueron exigentes, tuviste que renunciar al placer frente a las obligaciones.
¿Y cómo saber si has vivido un trauma?
A veces, no sabes qué es lo que te pasó porque tienes pocos recuerdos de tu pasado. Pero lo que sí puedes reconocer son las consecuencias de haber vivido una herida emocional:
- Tienes malestares físicos sin explicación médica, causados por estrés, o tu cuerpo está tenso.
- Vives con ansiedad, transitas episodios depresivos o tienes otras dificultades emocionales (insomnio, montaña rusa emocional, baja autoestima…)
- Repites situaciones en tus relaciones como la dependencia excesiva, el temor al abandono o el rechazo, discusiones desmesuradas…
- Sientes que tienes muchas emociones reprimidas. Te cuesta llorar o no te enfadas nunca.
- Vives en alerta constante, como si algo malo fuera a ocurrir en cualquier momento.
- Eres muy mental, estás desconectado del cuerpo o no tienes energía.
Si te reconoces en uno o varios de estos puntos, lo más probable es que hayas vivido un trauma.
El trauma vive en el cuerpo y el cuerpo es naturaleza
Como eres lector habitual de Rewilding Drum, hay algunos conceptos que te serán familiares.
Es posible que hayas leído que los seres humanos vivimos domesticados y que nuestra falta de energía se debe al escaso contacto con la naturaleza.
Tal como Kiki y Bert predican, nuestro cuerpo es el mismo que tenían nuestros ancestros nómadas, conectados con la naturaleza y sus ciclos vitales.
El asentamiento y la propiedad privada llegaron mucho después. Pero nuestro cuerpo siguió siendo el mismo.
A nivel emocional, esto se ve de una forma muy clara. La expresión de las emociones sigue siendo la misma, solo que en la cultura occidental no suele ser aceptada.
Por ejemplo, la rabia es una emoción que sirve para marcar los límites.
En el pasado, nuestros ancestros defendían sus límites ante depredadores u otros grupos humanos. Esto lo hacían con gritos y con golpes.
Esa es la reacción corporal de la rabia. Y es la misma reacción tanto para nuestros ancestros como para nosotros.
No obstante, hoy en día, no puedes ir y pegarle un puñetazo a tu jefe aunque te obligue a hacer horas extra por enésima vez.
Y lo más probable es que tampoco pudieras gritarle a tus padres a pesar de que fueran injustos contigo.
Como consecuencia de esta domesticación emocional, reprimes los sentimientos usando tu cuerpo. Para ello, tratas de detener ese torrente de energía tensando los músculos.
En el caso de la rabia, lo más habitual es apretar la garganta, los hombros y los brazos.
Las personas que han vivido un trauma se cierran al dolor emocional porque no saben cómo gestionarlo; por eso, reprimen sus emociones.
Y, cuando esto lo haces en repetidas ocasiones, la represión emocional queda instaurada hasta que aprendes a soltar tus emociones en un lugar seguro como una sesión de terapia.
Pero este no es el único recurso que tienes para liberar tu dolor emocional.
Como tu cuerpo es naturaleza, hay algo dentro de ti que se calma cuando estás en el bosque, en el mar, o en la montaña.
Ahí, cuando bajas la guardia porque te sientes como en casa, es el momento ideal para expresar tus sentimientos reprimidos.
La naturaleza es tu lugar seguro.
Cómo sanar tu trauma gracias a la naturaleza en 4 pasos
Si sientes que hay una herida emocional en ti o que tienes muchos sentimientos reprimidos, esto es lo que puedes hacer.
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Encuentra un lugar natural en el que te sientas cómodo
Esto va a ser muy diferente según tus preferencias. A mí me encanta flotar en el mar, pero a mi pareja con miedo al agua esto le parece un horror.
Te recomiendo que busques un lugar apartado, lejos de miradas ajenas para que te sientas cómodo. Es decir, aunque los parques en las ciudades ofrecen un pequeño contacto con la naturaleza, lo mejor es que te desplaces a un verdadero rincón natural.
En mi caso, cuando empecé a sanar mi trauma de infancia, me mudé a un pueblo cerca de la montaña. Eso hacía que, caminando pocos minutos, encontrara rincones escondidos por los que apenas pasaban otras personas.
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Practica ejercicios de expresión emocional en la naturaleza
Aquí te voy a recomendar dos tipos de ejercicios, que son los que enseño a las personas que han vivido una experiencia traumática.
El primer tipo de ejercicios son técnicas corporales que te ayudan a entrar en contacto con tus sensaciones físicas para que expreses las emociones reprimidas en ellas.
Este es el mejor de todos, es el más sencillo y de los más potentes. Te sirve para liberar emociones, recuperar la calma, conectar con el cuerpo, y llenarte de vitalidad.
También te resultará útil la escritura. Escribe acerca de lo que te pasó, cómo te ha influido en el presente, y pide una reparación.
Es decir, pide algo que compense el dolor emocional con el que has vivido.
En mi caso, hice muchos ejercicios de Terapia Corporal Emocional para expresar mis sentimientos porque era lo que estudiaba en esa etapa de mi vida.
Pero también visité a mi padrastro en el cementerio y le pedí sentir el abrazo de un padre.
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Recupera la calma a través de la naturaleza
Cuando expresas tus emociones del pasado, pueden pasar dos cosas.
La primera es que te sientas mucho mejor: más vital, más presente o más tranquilo. Si es así, es genial. Disfrútalo con un paseo por el bosque, un baño en el lago o lo que te apetezca en el momento.
Ahora bien, también es posible que te sientas abrumado. En ese caso, es importante que te apoyes en los recursos naturales que te rodean.
Devuélvete al momento presente conectando con tus cinco sentidos. Huele la tierra, escucha los pájaros o la brisa, abrázate a un árbol o nota el sol sobre tu piel, mira el cielo, saborea un trozo de hierba o una flor comestible… Hay muchas posibilidades.
Si haces esto durante unos minutos, recuperarás la calma. Recuerda que la naturaleza es tu lugar seguro.
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Repite este proceso las veces que necesites y deja que la vida te sorprenda
Debes saber que superar un trauma no es algo que se consigue en un solo día.
Es un proceso en el que irás descubriendo diferentes partes de esa herida emocional y en el que aparecerán varias emociones mezcladas.
Por ejemplo, en mi caso, pedí un abrazo de padre a mi padrastro. Él estaba muerto y no me lo podía dar.
No obstante, semanas después, tras una sesión muy intensa de ejercicios de expresión emocional, di un paseo por el bosque, me abracé a un pino mediterráneo que llamó mi atención y, ahí, sentí lo que era ser abrazada por un padre.
Conclusión
Si has vivido un trauma, es necesario que expreses el dolor emocional que viviste en aquel momento. Si no, ese dolor creará malestar en tu vida presente a nivel físico, emocional o mental.
Para superar un trauma es imprescindible conectar con tu cuerpo y encontrar un lugar seguro en el que liberar tus emociones reprimidas. Si haces este ejercicio en la naturaleza, será una experiencia liberadora y salvaje en el buen sentido de la palabra 😉
Ahora te toca a ti. ¿Has vivido alguna experiencia difícil? ¿Sientes que tienes muchas emociones reprimidas? ¿Conectas con la naturaleza para recuperar tu calma? Te leo en los comentarios.
Nuria Gallego Carbonell
Nuria acompaña a personas que han vivido una experiencia traumática a través de su método Terapia Corporal Emocional para que recuperen su salud física, emocional y mental.
Credit foto 1 Lina Trochez para Unsplash
Credit foto 2 Artem Kovalev para Unsplash
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