Hubo un tiempo en que detestaba el mes de septiembre.
Su aburrida vuelta a la rutina, al cole, a los estudios o al trabajo. Los días más cortos. La presencia cercana del descolorido otoño.
Era una sensación como de fin de fiesta.
Viviendo en una gran ciudad sólo advertía el cambio de las estaciones, además de por lo mencionado, por el cambio de ropa en los escaparates.
He descubierto que la falta de conexión con la tierra nos entristece porque no somos capaces de ver, ni mucho menos apreciar, algo tan sencillo, a la par que extraordinario, mágico y hermoso como, por ejemplo, la cosecha de los frutos que degustamos.
Todo nos parece evidente. Se da por sentado que luego, cuando vayas al “súper”, encontraras allí de todo, perfectamente colocado y empaquetado para facilitarte la tarea. Para que no tengas que mancharte las manos ni te piquen los molestos insectos.
Recuperar el contacto con la naturaleza me ha hecho cambiar completamente la percepción del cambio de estación en este mes tan fructífero, ¡y nunca mejor dicho!
He aprendido a apreciar lo bueno que cada estación nos cuenta para que nuestros sentidos no se duerman en la monotonía, como rezaba aquella canción:
“Háblame para que no se duerman mis sentidos, háblame”.
Y, de esta manera, septiembre nos habla de vendimia, de cosecha de gran variedad de frutos y cosecha de miel, de numerosas fiestas que celebran, precisamente, la recolecta de los bienes que nos regala la tierra: manzanas, peras, higos, ciruelas, uvas, moras, granadas, membrillos, calabazas, raíces…
Septiembre es frutero, alegre y festero
Por el veranillo de San Miguel están los frutos como la miel
Y si en septiembre no tienes fruta, agosto tiene la culpa.
La llegada de los frutos despierta también nuestra creatividad (al menos la mía:-). Inventamos recetas, fabricamos mermeladas y compotas, cosechamos las primeras raíces para tinturas y jarabes.
Es una temporada con aires de nuevo, de energías renovadas después de veranos llenos de luz, que nos recargan para afrontar un nuevo y emocionante curso lleno de expectación ante lo que está por llegar.
Hoy quiero invitarte a que descubras el intenso sabor del mes de septiembre y del cambio de estación que conlleva.
¿Cómo? Aquí tienes algunas ideas
1. Sal a pasear y observa detenidamente cómo empiezan a cambiar los colores de las hojas.
2. Huele y detente en el perfumado olor de la fruta recién cosechada.
3. Intenta, si puedes, ir a cosechar cualquier fruta que tengas a mano. Sal al campo con tu cesta en plan Heidi (o Pedro) y ponte, literalmente ¡morado!
4. Y, si no tienes campo a mano, pues entonces sí, ve al mercado y consigue, por ejemplo, unas buenas manzanas de la nueva cosecha y prepara una compota. Te comparto más abajo mi receta favorita. La primera vez que la hice me quedé atónita ante la sencillez y la exquisitez del resultado.
5. ¿Que tienes cumpleaños este mes? Regala compotas, jarabes o mermeladas caseras. Los regalos caseros me conmueven. No puedo evitarlo. Siento en ellos un pedacito de la persona que ha puesto su energía y corazón en fabricar ese producto.
Receta de compota de manzana, más fácil, imposible
Ingredientes
- 2 kg de manzanas
(mis preferidas: Jonagold, Elstar y Santana, dulces pero con un perfecto toque de acidez. Si te gustan más bien dulces, las reineta te irán estupendamente)
- 1 rama de canela
Procedimiento
– Pela y corta las manzanas en trozos
– Ponlas en una olla con la ramita de canela a fuego medio
– Remueve de vez en cuando con una cuchara de madera
– Cuece hasta que las manzanas estén blandas
– Deja enfriar y sirve
– Si quieres, puedes triturar la compota y hacerla puré
Lo siento, pero no me sale
Si a pesar de todo eres de aquellos a los que el mes de septiembre y el cambio de estación le deprime y se le acaba haciendo cuesta arriba, permíteme que te haga una reflexión.
Quizás no sea tanto el mes o la llegada del otoño en sí lo que te agobia, sino los pensamientos que tienes sobre ellos asociados a experiencias poco placenteras en tu rutina y en el pasado. Solo ves lo negativo, te amargas y te olvidas de vivir lo bueno que te ofrece cada día.
Esto mismo me pasaba a mí hasta que empecé a pensar al contrario y a centrarme cada vez más en lo grato que tenía este mes para dejar de asociarlo con la desgana y la vuelta a la monotonía.
Puedes hacer mucho más de lo que te imaginas para que ese sentimiento no te invada. Es más, solo tú puedes hacerlo. Nadie lo hará por ti. La llave está en tu mano o, más bien, en tu cabecita.
Crea tu vida
Crea tu vida y no esperes a que las cosas te pasen.
Incorpora hábitos que te den energía y te hagan feliz, como estos, por ejemplo:
- Muévete cada día al aire libre: no solo la comida nos alimenta y nos da energía sino también la exposición a los elementos, a la luz del sol y al aire fresco (bueno, más fresco en unas zonas que en otras).
- Dedica, como mínimo, una hora al día a algo que te gusta y te motiva. No debemos desperdiciar nuestra vida quejándonos sin hacer nada o llenando la agenda de cosas que ni nos van ni nos vienen y, lo que es peor, nos mantienen en lo mismo de siempre.
- Aprovecha para replantearte la vida y piensa seriamente qué podrías hacer de otra manera. ¡Y hazlo! Just do it! Da ese primer paso. Es la única forma de conseguir resultados diferentes.
¿Me cuentas a qué te sabe el otoño?
La actitud ante la vida lo es todo, así que ahora, cuéntame:
¿a qué te sabe el otoño?
¿Cómo llevas el cambio de estación?
Un abrazo y que lo disfrutes tanto como yo.
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A mí el otoño siempre me lleva a recordar esos momentos de mi infancia cuando salías del cole a las 17:30 y estaba diluviando, el camino a casa saltando charcos con las botas de agua puestas y llegar chorreando a la puerta de casa con mi madre esperando con una toalla , una muda seca y las zapatillas de estar por casa… El otoño siempre me recuerda a valorar mi hogar . Es entrañable.
Que bonito Elena!
El otoño ciertamente invita al recogimiento, en el hogar y en uno mismo.
Muchas gracias por compartir tu experiencia.
Abrazos,
Kiki