El artículo de hoy está dedicado a ti, Mujer Salvaje. No mires a otro lado porque la mujer salvaje eres tú.
También a tu chico/a le interesará este artículo, si es de esos que sueñan con salir al monte contigo pero no hay quien te saque de casa.
Escúchame bien.
La naturaleza es nuestro hogar. Pero se nos olvidó cómo se vive en ella.
Nos hemos alejado tanto que ya no sabemos hacer nada sin apretar un botón u obtener algo si no es comprándolo en una tienda. Se nos crearon necesidades que no tenemos. Se nos olvidó cómo encender fuego, dónde y cómo encontrar agua y comida, cómo refugiarnos y mantenernos calientes.
Muchos piensan que la vida es más fácil ahora. Quizás. Yo, sin embargo, creo que nos la hemos complicado. Y mucho.
Vivimos en un mundo artificial para el que no estamos hechos, que nos estresa y nos enferma. Volver a la naturaleza, a nuestra esencia, es el único camino.
Y, si me lo permites, creo que las mujeres nos hemos alejado todavía más que los hombres. O, más bien, no está entre nuestras prioridades ser «natural». Por eso a muchas les cuesta más que a ellos dejar la ciudad y volver a la naturaleza. No me refiero a tomar un ratito el sol en un parque sino al medio natural con mayúsculas: bosques, ríos, montañas,…
El medio natural es nuestra casa. Hemos de volver a él para recuperar nuestra esencia, nuestra fuerza y nuestra libertad. Y (re)aprender técnicas de bushcraft es una gran manera de lograrlo.
Por ello, quiero hablarte hoy del bushcraft en femenino.
El bushcraft no es solo cosa de hombres. Ni mucho menos.
Empecemos por el principio. ¿Qué es bushcraft?
Bush: literalmente significa arbusto, matorral. En inglés lo usan para referirse al bosque, a la selva, al monte y a cualquier entorno natural más o menos salvaje.
Craft: oficio, arte, destreza, maña, manufactura, confección.
Podríamos hablar del arte de (sobre)vivir en la naturaleza aunque es mucho más que mera supervivencia. Es el arte de vivir en el medio natural de forma autónoma.
Las mujeres dominamos en su día todas las técnicas de bushcraft y supervivencia tan bien como los hombres. Ningún fuego se nos resistía, éramos grandes conocedoras de plantas medicinales y comestibles, fabricábamos todo tipo de objetos con los animales que cazaban nuestros compañeros. Sabíamos perfectamente donde refugiarnos y conocíamos los mejores lugares para crear hogares provisionales. Andábamos descalzas, nos sobraba la ropa (en verano :-). Éramos fuertes.
¿En qué nos hemos convertido o nos estamos convirtiendo?
¿En qué quieren convertirnos?
O mejor, ¿en qué estás permitiendo que te conviertan?
¿En frágiles muñequitas de plástico?
¿Qué temes?
Según mi larga experiencia, la mayoría de las mujeres que no acaban de animarse a salir de nuevo al medio natural temen:
- el frío
- la higiene
- animales e insectos
- la ausencia de cuarto de baño
- el ambiente competitivo
- comer cosas “raras”
- y, lo peor de todo: creer que no van a ser capaces, que no son lo suficientemente fuertes y resistentes, que no están a la altura y que eso no es para ellas.
Para cada uno de estos miedos solo hay una frase:
“En la vida no hay cosas que temer, sólo cosas que comprender ” – Marie Curie
Déjame que te ayude a desmitificar eso miedos, uno por uno.
El frío
Si hay personas que lograron sobrevivir en el Ártico durante siglos sin casas ni calefacción, quiere decir que a aguantar el frío se puede aprender. Muchas veces el frío es mental. Otras muchas, es real. En estos casos, lo más importante es conocer cómo funciona nuestro cuerpo y aprender todas las técnicas posibles para mantenernos calientes. Te puedo decir que he dormido a bajo cero en diversas ocasiones, en tiendas de campaña, y rara vez he tenido frío.
Si te interesa este tema, con motivo de la expedición que realizamos en Canadá con los indios Atikamekw hace dos años, publiqué un artículo en mi primer blog con la aventurera Ingrid Ortlieb como invitada, apasionada y gran conocedora del mundo artíco y de los inuit.
La higiene
Este es uno de los grandes frenos a la hora de aventurarnos en la naturaleza. Pero este sí que es un miedo puramente mental.
Cuando te alimentas correctamente no sueles oler mal. Un poco de agua y algunas plantas perfumadas y ricas en saponinas (que hacen espuma) son más que suficientes para mantenernos limpios y aseados. Y, si no puedes vivir sin desodorante, tengo uno perfecto para ti: ceniza.
Los mil productos de nuestro civilizado cuarto de baño no valen para nada. ¡Ah, sí! ¡Perdón! ¡Para intoxicarnos!
También nos frena el tema de la menstruación. Existe un maravilloso invento llamado la copa menstrual que produce 0% de residuos, no ocupa, es fácil y cómodo de llevar y de limpiar. Además, diversas plantas medicinales son nuestras aliadas para paliar el malestar que muchas sufrimos.
Ausencia de cuarto de baño
El tema de ir al baño es el más controvertido. Pero, ¿por quééééééééé? Más natural no hay. ¡Hazlo un par de veces en mitad del campo y no querrás volver a sentarte en una taza en tu vida! El pudor que nos da este acto tan natural es fruto de siglos de adoctrinamiento y domesticación. Échale un vistazo a este libro.
Animales e insectos
Reconozco que este es el que más me ha costado superar pero, una vez más, se trata de precaución y entendimiento del medio natural. Conocer las especies de la zona, cómo viven y funcionan y actuar en consecuencia es la forma más segura de moverse en la naturaleza.
En cuanto a insectos, la mayoría huye del humo, como es el caso de los mosquitos aunque lo mejor es evitar los periodos en que son abundantes y dormir con mosquitera por la noche. En el caso de garrapatas, basta con revisarse el cuerpo a diario y extraerlas con pinzas.
El ambiente competitivo
Es cierto que en este tipo ambiente, mayoritariamente de público masculino, suele haber Rambos que compiten para ver quién tiene el cuchillo más grande y afilado, el material más adecuado, quien encuentra antes el camino o enciende el fuego más rápido y más grande.
Pero, por lo general, los hombres aprecian la presencia femenina que, además, proporciona un sentimiento tribal y de comunidad más pronunciado.
A menudo he formado parte de grupos mixtos e incluso familiares en los que se disfruta de la naturaleza, el ambiente es relajado, los sentidos se abren y el aprendizaje de las diversas técnicas ocurre de forma natural, cada uno a su ritmo, llegando a esa profunda conexión con el medio.
Conviviendo con indios en Canadá, de los que he aprendido gran parte de esas técnicas, me di cuenta por primera vez de que el bushcraft no es solo cosa de hombres. Muchas mujeres nativas todavía poseen gran parte del conocimiento ancestral que les ha permitido durante siglos vivir en completa armonía con el medio natural.
Comer cosas raras
Si me lo permites, ¿hay algo más raro que una sopa de sobre o unos copos de supuesto maíz en bolsas de plástico? Pero no hace falta ir tan lejos. Un langostino o un percebe también pueden resultar repugnantes si no forman parte de tu cultura.
Por lo tanto, es un aspecto puramente cultural. Allá donde vayas hay que llevar una mente abierta pero también es necesario reeducar las papilas, tan corrompidas por la “comida” industrial.
La cocina outdoor es sencilla pero rica y nutritiva. Cuando estás ahí fuera, una simple trucha recién pescada a la brasa o un trébol recién cosechado se convierten en manjares nada despreciables.
Se le da al alimento un valor real y estás agradecido por cada bocado que puedes echarte al diente.
No es para mí
¿No es para ti reaprender a vivir en tu hogar?
Entonces, ¿qué es para ti? ¿Ir a trabajar en algo que detestas para luego poder consumir cosas que no te hacen falta y comida que te enferma y te engorda y que luego tendrás que quemar en un triste gimnasio?
Eres fuerte. Eres una Mujer Salvaje. Eres creativa y eres libre. El mundo necesita recuperar a la mujer salvaje.
Es hora de volver a tu hogar. Te espero.
Me gustaría mucho que compartieras conmigo los miedos y frenos que te alejan de la naturaleza, para que acabemos con ellos cuanto antes.
Entre tanto, te mando un fuerte abrazo,
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